Las complejidades del ojo humano: del punto ciego y la mácula a la visión central (o foveal) y la visión periférica
Cómo compensa el cerebro los defectos desconcertantes del ojo humano.
Durante los últimos 500 años, la evolución ha creado una gran variedad de ojos a partir de un simple punto sensible a la luz. Este ha demostrado ser un paso evolutivo importante, puesto que las especies con visión tienen claras ventajas sobre las que carecen de ella. Los investigadores siguen divididos sobre si esta diversidad se originó a partir de un único proto-ojo o tal vez el ojo evolucionó de manera independiente en distintas ocasiones. Las necesidades de los diversos organismos han dado lugar a distintos tipos de ojos: de los ojos planos, hundidos, estenopeicos y compuestos o complejos a los ojos con cristalino, como los de los vertebrados y, entre ellos, los humanos. Este último tipo de ojos se considera uno de los órganos visuales más complejos que haya producido la evolución hasta ahora. El desarrollo del ojo con cristalino ha permitido una percepción del entorno luminosa, nítida y precisa al mismo tiempo. Y aun así, el ojo humano tiene ciertas debilidades evolutivas...
En colaboración con los ojos, el cerebro desempeña un papel fundamental en el complejo mundo de la visión humana. Sin darnos cuenta, y aparentemente sin el mínimo esfuerzo, el cerebro compensa los posibles defectos de nuestros ojos. ¡El mejor ejemplo de un trabajo colaborativo!
Cuando surgió el ojo con cristalino de los vertebrados –y por tanto, nuestros propios ojos–, sucedió algo extraño. A diferencia de una sepia, por ejemplo, que tiene unos ojos sofisticados con cristalino, en forma de burbuja, que surgen de la invaginación de la piel exterior, el ojo humano se formó, aparentemente por azar, como una protuberancia del cerebro. A primera vista puede que parezca una diferencia menor e incluso presenta ciertas ventajas porque, con el mismo tamaño, permite abarcar muchas más células fotorreceptoras. Y sin embargo, extrañamente, nuestras células fotorreceptoras están situadas en la retina al revés, de espaldas hacia el interior del cuerpo, mientras que las células nerviosas apuntan hacia la fuente de luz. Básicamente, esto significa que tenemos un ojo "invertido" que exige a nuestro cerebro colocar los objetos en la perspectiva correcta. También significa que los humanos, y todos los vertebrados, tienen lo que denominamos un "punto ciego".
El punto ciego (fovea centralis)
El punto ciego o escotoma es el punto del ojo por donde el nervio óptico atraviesa la retina para conectarse con el cerebro. El nervio óptico está compuesto por un conducto de células nerviosas que producen una especie de "agujero" en la retina, una parte del campo visual que no se percibe debido a la ausencia de células fotorreceptoras. Los expertos se refieren a este diseño aparentemente defectuoso de la retina, que produce un punto ciego en el campo visual, como "el ojo invertido". El punto ciego está situado a unos 15 grados en la parte nasal de la fóvea. Una persona sana no suele percibir esta falta de información visual, puesto que el cerebro compensa el punto ciego con datos del entorno, con información del otro ojo y combinando las diversas imágenes que produce el movimiento ocular.
Edme Mariotte, un físico francés, documentó el punto ciego por primera vez en 1660.
Demostración del punto ciego
Así es como funciona:
Cierre el ojo izquierdo y centre el ojo derecho en el punto de la izquierda. Sitúe los ojos a una distancia de la pantalla aproximadamente el doble de la distancia entre el punto y el centro de la cuadrícula que aparece en la pantalla. Ahora mueva lentamente la cabeza hacia atrás, alejándose de la pantalla. En cierto momento notará que la parte central de la cuadrícula aparece "rellena". Se trata del punto ciego, el punto donde el cerebro compensa la información visual que falta.
El mejor amigo del punto ciego: la mácula
Además de tener un punto ciego, el ojo humano también tiene un área de la retina que facilita un enfoque visual de gran calidad: la mácula, o mácula lútea. El centro de la mácula contiene la mayor concentración de células cónicas, uno de los dos tipos de células fotorreceptoras del ojo. Esta pequeña fosa central, la fóvea central, está situada justo en el centro de la mácula y es responsable de que la visión central sea nítida y precisa.
De noche, todos los gatos son pardos
Los animales que necesitan una buena visión nocturna suelen tener los ojos grandes; piense en los búhos y lechuzas, o animales exóticos como los tarseros, o incluso los gatos. De hecho, los gatos también tienen una retina especial que tiene una lámina reflectante que permite que más cantidad de luz penetre hasta la retina. Los ojos de los cazadores nocturnos están formados de manera distinta al ojo humano. Comparados con los humanos, que son diurnos, los animales nocturnos tienen muchos más bastones (responsables de que percibamos la luminosidad) que conos (responsables de la percepción del color).
Por tanto, los conos desempeñan una función esencial en nuestra visión del color. Tenemos tres tipos de conos, que tienen máxima sensibilidad a la luz roja, azul y verde, respectivamente, en función de las distintas longitudes de onda de la luz solar. Por la noche no disponemos de esas tres longitudes de onda. Por consiguiente, no tenemos acceso a la información sobre el color, ya que solo están activos los bastones, y por eso lo vemos todo gris.
¿Por qué en realidad nunca miramos fijamente?
Podríamos decir que cada especie tiene los ojos que merece. Para los animales que pueden ser el próximo plato de un depredador, es importante tener un campo de visión excelente en todas direcciones. Por eso los ojos de las liebres, los ciervos y otras posibles presas están situados a ambos lados de la cabeza. Sin embargo, les resulta más difícil calcular la profundidad y la distancia.
Gracias a que nuestros ojos están orientados hacia adelante, los humanos podemos calcular la profundidad y la distancia con extraordinaria precisión, aunque no tenemos un campo de visión de 360 grados, probablemente porque ya no lo necesitamos.
¿Sabía que, estrictamente hablando, cuando fijamos la mirada en un objeto, en realidad no lo estamos mirando fijamente? Las células fotorreceptoras de la retina solo reaccionan ante los cambios de luz. Si de verdad mirásemos fijamente un objeto, veríamos una imagen inmóvil que se desvanece. Pero, como siempre, la naturaleza tiene la solución: nuestros ojos realizan constantemente pequeños movimientos aleatorios sin que nos demos cuenta, para garantizar que seguimos enfocando un objeto al mismo tiempo que percibimos otros objetos a nuestro alrededor. Por tanto, aunque nuestra mirada esté fija en un punto, los ojos siguen haciendo constantemente pequeños y rápidos movimientos que denominamos movimientos sacádicos.
Visión central o enfocada y visión periférica
La visión periférica es la parte de la visión que queda fuera de la visión central o enfocada. El objetivo de la visión periférica es facilitarnos una impresión general del contexto antes de centrarnos en algo, así que funciona de una manera muy distinta a la visión central. La visión periférica abarca más del 90% de nuestro campo visual, aunque solo tiene acceso aproximadamente a un 50% de las células fotorreceptoras. Básicamente, esto significa que en la visión periférica se pierde la capacidad de distinguir pequeños detalles puesto que la resolución o agudeza visual es mucho menor. Sin embargo, la visión periférica es mucho mejor en la percepción del movimiento, puesto que seguimos necesitando la capacidad de identificar con rapidez posibles riesgos.
Visión periférica y lentes para gafas
Todos sabemos que cuando empezamos a ver las cosas borrosas ha llegado el momento de comprar unas gafas para corregir nuestros defectos visuales. Pero el verdadero arte de producir unos cristales para gafas es crear un diseño de una lente que además de ayudarnos a recuperar la visión central nos facilite una visión periférica cómoda y relajada. Por eso, los cálculos que realizan los fabricantes de lentes requieren tanta experiencia y conocimientos tanto matemáticos como ópticos. El objetivo es que, con las gafas puestas, la visión periférica del usuario sea la misma que sin las gafas. Es especialmente difícil con las lentes progresivas o con las gafas deportivas con cristales envolventes.
¿Sabía que no es la visión central la que determina cuánto tardamos en acostumbrarnos a las lentes progresivas con rangos visuales de cerca, de lejos e intermedios, sino los cambios que se producen en la visión periférica? Estos cambios pueden tener un efecto distorsionador que al principio puede ser desconcertante. Pero no hay por qué preocuparse, el cerebro se adapta rápidamente a estos cambios. Enseguida nos acostumbramos a nuestra nueva forma de ver y al final nuestra percepción de la periferia es perfectamente "normal".
No obstante, hay que recordar dos cosas:
- Pida asesoramiento a su óptico, le ayudará a encontrar las lentes progresivas más apropiadas para usted.
- Lleve sus nuevas gafas progresivas todo el día desde el principio, especialmente cuando tenga que moverse mucho. Así ayudará a su cerebro a acostumbrarse a esa nueva visión mejorada con mayor rapidez.