Carl Zeiss, Ernst Abbe y Otto Schott – Un equipo ganador
Ellos cambiaron el mundo con sus ideas
Estos hombres combinaron sus profundos conocimientos en matemáticas, física, química y mecánica de precisión como nadie hasta ese momento y sentaron las bases para la creación de numerosos inventos pioneros: Carl Zeiss, Ernst Abbe y Otto Schott; estos fueron los tres emprendedores que contribuyeron a que la industria óptica alzase el vuelo. Un retrato de MEJOR VISIÓN.
Carl Zeiss Jena: la emergencia de un personaje de talla mundial
Alemania a mediados del siglo XIX: con 30 años y completa su formación para convertirse en mecánico, Carl Zeiss (1816-1888) abre su propio negocio en la ciudad de Jena. Con un capital inicial de 100 táleros que le prestó su hermano Eduardo, Carl dio inicio a la operación oficial de su "Werkstätte für Feinmechanik und Optik" el 17 de noviembre de 1846. Una fecha histórica. En los inicios, Carl Zeiss no contaba con ningún empleado sino que él mismo construía, reparaba y optimizaba los instrumentos. Sus lupas realizadas con vidrio espejado se vendían especialmente bien, pero incluso productos de otros fabricantes, como termómetros, telescopios y gafas, resultaron ser muy populares entre sus clientes.
No solo tenían mayor calidad que los de la competencia, sino que también salían más rentables
El negocio iba tan bien que Zeiss decidió expandirse poco tiempo después. Contrató a sus primeros empleados y se mudó a un taller más grande. La producción de microscopios sencillos fue sobre todo lo que resultó ser sumamente rentable para la empresa, ofrecían una mejor relación calidad-precio que los de la competencia. Aquí ya se observa el afán de innovación de Zeiss: a diferencia de los aparatos de otros productores, los usuarios podían ajustar el enfoque directamente desde el brazo en lugar de desde la platina, un método de trabajo mucho más práctico.
El trabajo en equipo, clave de su éxito mundial
No obstante, Zeiss no se sentía satisfecho y siguió mejorando la tecnología de sus microscopios a lo largo de los años. En particular, le parecían anticuados los métodos de producción basados en el "ensayo y error" típicos de esa época: era un proceso en el que se intercambiaban las lentes y los espacios entre ellas hasta dar con un sistema óptico practicable. Cansado de la ineficacia de este sistema, Zeiss obvió la práctica estándar del ensayo y error y desarrolló la idea de recurrir al cálculo para producir sus lentes de microscopio en el futuro. De este modo, este ingeniero de precisión seleccionó finalmente a un solo empleado para convertir en realidad su concepción de un proceso de producción ideal en 1866. A partir de ese momento, trabajó en su gran objetivo con el físico Ernst Abbe (1840-1905) para desarrollar un microscopio que superaría las propiedades ópticas de todos sus competidores. Zeiss tenía 50 años y Abbe acababa de cumplir 26. Puede que tuvieran edades muy distintas, pero compartían la misma visión. Durante seis años, el equipo trabajó meticulosamente, optimizando y construyendo, hasta que finalmente Zeiss fue capaz de descubrir un microscopio en 1872 cuya calidad superaba la de todos sus competidores. Esta ventaja competitiva les brindó el reconocimiento internacional; científicos y doctores cantaban sus alabanzas. Zeiss premió a Abbe por sus éxitos con una generosa oferta de participación en los beneficios y finalmente lo hizo socio en 1875.
El camino hacia la independencia
La empresa creció muy rápidamente, vendiendo cada vez más instrumentos y empleando cada vez más trabajadores. Y sin embargo seguían teniendo un problema por resolver: aunque Zeiss y Abbe habían conseguido construir unas lentes para microscopios extraordinarias, todavía no podían adquirir un cristal óptico especial. Soñaban con hacerse con la producción ellos mismos y fabricar un cristal óptico de máxima calidad en Jena. Pero, ¿cómo?
No tardaron mucho en dar con la respuesta. En Witten, el químico y experto en cristal Otto Schott (1851–1935) de 28 años, desarrolló un procedimiento para fundir pequeñas cantidades de cristal. Esto le permitía probar distintas composiciones. Fundió un tipo de cristal con unas cualidades ópticas totalmente novedosas: el cristal de litio. Sin dudarlo, envió una muestra al reconocido físico Abbe en 1879 y, de este modo, comenzó una fructífera colaboración que pronto se intensificó. Schott se estableció en Jena, donde se creó un laboratorio de cristal para él (que después se convirtió en el Jenaer Glaswerk Schott & Genossen, hoy en día Schott AG). En este laboratorio, Schott primero desarrolló y después fabricó nuevos materiales para cristales ópticos y después inventó un vidrio de borosilicato de gran resistencia térmica y química (hoy en día conocido como vidrio Jeaner). Esta invención le permitió ofrecer un catálogo de productos mucho más amplio. Carl Zeiss, Ernst Abbe y Otto Schott – un equipo ganador, una relación predestinada.
Zeiss y Abbe - emprendedores con sentido de responsabilidad
Zeiss y Abbe no solo representan los logros de un espíritu científico pionero y de la habilidad empresarial sino que además representan el sentido de la responsabilidad y unos logros sociopolíticos extraordinarios. Tras la muerte de Carl Zeiss en 1888, Abbe consiguió transferir sus acciones de la compañía y del taller de cristal, junto con las de la familia Zeiss, a la Fundación Carl Zeiss. En primer lugar, quería garantizar la existencia de la empresa proporcionándole independencia de sus propios intereses personales. Abbe elaboró su estatuto en 1896. A partir de ese momento, los beneficios de la empresa irían en beneficio de la Universidad de Jena y de la población de esta localidad. Las normativas legales para ello también eran pioneras. Estableció derechos de los trabajadores jurídicamente vinculantes en un momento en que no existían las leyes laborales y la relación entre empresario y trabajador todavía era una relación patriarcal. Aunque otras empresas finalmente introdujeron normas como la jornada laboral de 8 o 9 horas (a partir de 1900), ZEISS ya había garantizado estas condiciones laborales para sus empleados.